
Incluir este acto como una actividad más de su programa cultural -cervantino, que llamaron sin saber bien por qué-, la invitación precipitada y a última hora que se hizo a la representación del pueblo que estimaron oportuna, la falta de previsión en el aforo del salón de plenos, la ausencia de megafonía, la actuación rociera programada como bienvenida, utilizar el acto para inauguraciones propias y la posterior desbandada para disfrutar de los encantos de la ciudad de Toledo y de su gastronomía, dicen poco de lo que debiera haber sido el acto en sí. Quizá aquella expedición sevillana que ya hace años nos visitó como primera muestra de confraternización se llevara una mejor sensación que la que ha dejado entre los burguillanos y burguilleros esta otra celebración, muy al estilo de lo que, desafortunadamente, en esta etapa nos toca.
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