martes, 6 de agosto de 2019

La herencia "castrista" (3)


Entre "parque o parking" se debatían los acólitos que criticaban el estado de esta simbólica plaza de nuestro pueblo antes de su legislatura. Y claro, como la asamblea ciudadana dejó de convocarse por falta de fieles, dejaron pasar los cuatro años sin tomar una decisión al respecto; hasta que, de repente, alguien dio con la solución al dilema: "hagamos una pradera". Pero claro, si en Madrid San Isidro tenía la suya, quizá ésta se la atribuyeran a San Pedro y eso no debió convencerles tanto.

En ese momento, a otro se le ocurrió una nueva idea: "devolvamos la plaza a su estado original" . Como hicieron con el Ayuntamiento (debieron pensar) cuando quitaron los falsos techos, los enfoscados y los pisos que cubrían los de hace más de sesenta años, a los que consideraron "hallazgo arqueológico". Y los dejaron descubiertos como si de una exposición permanente se tratase, sin sopesar las consecuencias de usabilidad que afectaban a las instalaciones (incomodidad, espacio, climatización...). Pero claro, se atribuían el mérito de haber descubierto algo. Sin valor museístico ninguno, por supuesto, pero vendiéndolo como tal, que para eso se la pintaban calva.

No sé de dónde debieron sacar el concepto de cómo estuvo la plaza tras la posguerra, cuando ni siquiera había agua corriente en el pueblo, lo cual hace difícil pensar en una cubierta de césped como ésta. Lo que sí era fácil imaginar es por qué había un vial en el centro de la plaza. Pero lo cierto es que, finalmente, decidieron hacer algo con un acabado asombroso. Fíjense ustedes, ¡ni plaza, ni parking!, que lo que verdaderamente consiguieron es, ni más ni menos , que ¡un botellódromo!




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